jueves, 26 de octubre de 2023

Viaje a Egipto

Siempre habíamos soñado con viajar a Egipto, pero hasta ahora no habíamos dado el paso, por muchas circunstancias. La situación geopolítica no suele ser muy tranquila en esa zona del mundo, y tampoco lo ha sido durante nuestra visita. Debido al clima, no es un país al que sea recomendable ir durante las vacaciones de verano, único período disponible en toda mi etapa de profesor. Tampoco es un viaje asequible, sino de esos que se hacen pocas veces en la vida, buscando que coincida con una efeméride que lo merezca.

Por fin este mes de octubre, época del año ideal para viajar a ese país, hemos cumplido nuestro sueño, que nos ha resultado una gran experiencia. Hacía muchos meses que lo teníamos planificado, y aunque los días previos a partir hubo voces que nos aconsejaron desistir ante el aumento de la tensión en Oriente Medio, por la guerra desatada recientemente entre Israel y Hamas, seguimos adelante con el viaje, del domingo 15 al domingo 22.

Para alguien que, como yo, estudió a fondo la civilización egipcia en los primeros años de la carrera de Filosofía y Letras (tanto la Geografía, como la Historia y el Arte), y cuya profesión es la de docente de esas áreas, visitar in situ tantos lugares, monumentos y obras de arte en los museos egipcios, tiene un atractivo añadido. El descubrimiento de la escritura (jeroglífica al principio), por parte de dicha civilización, 3.000 años antes de Cristo, al mismo tiempo que en Mesopotamia, marca el final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia para toda la Humanidad. Así que no es un país cualquiera.

Todo esto ha sido algo que hemos saboreado con intensidad durante el viaje, pero ha habido otras dimensiones del mismo que nos han resultado tan interesantes o más que la antigua civilización egipcia. La primera ha sido el viajar por primera vez fuera de Europa, además a un país del llamado Tercer Mundo, en concreto a África, un estado de mayoría musulmana y de habla árabe. La segunda ha sido disfrutar durante toda la estancia de la compañía, y de la visión, de un guía egipcio, Ahmed, que no se ha limitado a lo estrictamente turístico sino que nos ha introducido en la vida del país y sus distintas regiones y costumbres. Su buen humor, su amabilidad y profesionalidad nunca se nos olvidarán, como tampoco las de los otros representantes de la compañía de viajes que nos atendieron en distintos momentos: Mahmud, Mohamed y Mustafá.

Hasta el viaje de vuelta en avión ha sido de gran interés desde el punto de vista geográfico para alguien como yo, al disfrutar observando desde la ventanilla parte del valle del Nilo, la costa egipcia, la isla Gavdos al sur de Creta, la península italiana y Cerdeña; entrando a la península Ibérica en el cielo de Blanes, y a Navarra por encima de Yesa, hasta llegar a la comarca de Pamplona y girar sobre la Sakana para terminar aterrizando en Noain. A la ida era de noche, pero nos impresionó ver el Nilo desde el aire, cuando llegamos a El Cairo.

El Nilo lo es todo para Egipto, desde que penetra por el sur del país hasta que desemboca en el Mediterráneo, y está situado en un fértil valle ("tierra negra") de unos 1.000 km de longitud por 10 a 20 de ancho, limitado al este y al oeste por el desierto ("tierra roja"). Sin él no habría florecido la civilización egipcia ni ahora tampoco tendrían vida sus orillas, la que trae la inundación anual durante los meses de julio a octubre, que al retirarse deja una capa de limo que es la base de su riqueza agrícola. Habernos bañado en el Nilo a su paso por Asuán, y haber disfrutado de la calma de sus orillas mientras lo recorríamos navegando plácidamente en uno de los barcos donde nos alojamos los turistas, es algo que nunca olvidaremos. Tampoco la experiencia de atravesar la esclusa que permite continuar la navegación desde Esna hasta Luxor, procedentes de Asuán, o comer y cenar en los restaurantes-barco en El Cairo.

La antigua civilización egipcia siempre vivió la tensión entre la división y la unidad, que tras conseguirse bajo Narmer y Aha (o Menes en griego), con capital en Menfis (muros blancos), ha hecho que los historiadores hablen del nacimiento del Imperio Antiguo (2850-2052), donde se construyeron las primeras mastabas (banco) como tumbas reales en torno a la capital situada en Thinis.

Fue muy emocionante visitar el primer día la pirámide escalonada de Sakkara, construida por el médico y arquitecto Imhotep para que el faraón Djoser tuviera en ella su sepultura, en la orilla oeste del Nilo, que al simbolizar el ocaso donde cada día se oculta el sol, y por tanto la muerte, alberga la totalidad de las pirámides de Egipto, sin que haya una sola en la orilla este, donde cada día nace la vida con la salida del sol. Djoser quería ver desde el valle del Nilo donde vivía en su palacio, cuando mirara hacia poniente, su futura sepultura, lo cual no logró hasta que ésta tuvo 6 mastabas de altura, una sobre otra.

El mismo día habíamos visitado las célebres pirámides de Keops, Kefren y Micerino, así como la esfinge de Gizéh, y también los restos de la capital durante las dinastías III-VI, Menfis, hasta que con la dinastía VI volvió la división. A lo largo de los días también visitamos Luxor, la antigua Tebas que en el Imperio Medio (2052-1570) se convirtió en capital tras la reunificación, para dejar de serlo en un nuevo período de transición y división, y recuperar su primacía con la XVIII dinastía, en el Imperio Nuevo (1570-715). En plena tensión en la frontera entre Egipto y Gaza, y con el recuerdo de la matanza de 1997, en la que terroristas de los hermanos musulmanes asesinaron a 58 turistas alemanes, visitamos la tumba de Hatsepsut, la primera reina de Egipto entre 1501 y 1480, que evitó todo conflicto militar y construyó su templo de terrazas de Der el Bahari.

La religión tuvo mucho peso durante todo el viaje, tanto por las referencias que quedan del antiguo Egipto, como por la actualidad. Si al principio existía pluralidad de cultos y las deidades estaban representadas por cuerpo o cabeza de animal, en los tiempos históricos cobró preponderancia la religión del sol, Ra, surgiendo importantes símbolos de este culto, como Atum-Ra en Heliópolis, Ptah en Menfis, Toht en Hermópolis. El dios de la vegetación, Osiris, pasó a ser la divinidad de los muertos, pues creían en un juicio después de la muerte, y en la supervivencia, y hacían ofrendas a los difuntos. 

Al ver en el Valle de los Reyes la tumba de Tutankamon (imagen viva de Amón) y en el Museo egipcio de El Cairo su tesoro, no perdíamos la referencia religiosa de que este faraón, presionado por la casta sacerdotal, restableció la capital en Tebas y el politeísmo, que su herético suegro Amenofis IV (casado con Nefertiti) o Ikhnaton (amado de Atón), había prohibido, estableciendo el monoteísmo centrado en Aton (disco solar). El templo de Karnak dedicado a Amon en Tebas, con su gran sala hipóstila, construido en tiempo de Ramsés II (1279-1213) aún conserva su grandiosidad. Pero ésta aún resulta mayor, al ser conscientes de que dicho faraón construyó a cientos de kilómetros al sur de Tebas (a 1200 de El Cairo), en el límite con el actual Sudán, los templos rupestres de Abu Simbel, para él y para su amada Nefertari, con la intención de disuadir a posibles invasores del sur de penetrar en Egipto, al ver la magnificencia de sus construcciones.

El hecho de que la religión mayoritaria en Egipto sea la musulmana se refleja en el paisaje urbano, con numerosas mezquitas, y en el sonido de cada ciudad y aldea, con las llamadas a la oración desde los minaretes. Visitamos una mezquita abierta al culto en Asuán, y la de Mohamed Alí o de alabastro, en la ciudadela de Saladino de El Cairo. También vimos iglesias coptas, sobre todo en Luxor, única zona de Egipto donde la religión musulmana no es mayoritaria. En el barrio copto de El Cairo visitamos la iglesia de San Sergio y la cripta donde según la tradición, se refugió la Sagrada Familia durante su exilio huyendo de Herodes. La baja época egipcia (715-332) también la vimos reflejada, e incluso la huella de Alejandro Magno cual faraón en los relieves del templo de Luxor, o los restos de la época de los ptolomeos después del -304.

La Ciudad de El Cairo, la más populosa de África, impresiona mucho al viajero. Visitamos el centro, con su plaza Tahrir, donde estalló la primavera árabe, y donde hubo una gran manifestación contra Israel al día siguiente de que voláramos a Abu Simbel. También visitamos El Cairo islámico, el viejo Cairo y los alrededores, cenando un par de días en un barco a la orilla del Nilo y otro ante las pirámides de Gizéh. Los barrios más populares carecen de infraestructuras básicas y mucha gente vive en el inmenso cementerio de la ciudad. El tráfico no se atiene a regla alguna y resulta muy estresante ir sentado detrás del conductor del autobús, viendo cómo te adelantan por la izquierda o la derecha, oyendo el constante sonar de las bocinas, dando fogonazos de luz al resto de vehículos mientras se conduce de noche sin faros, viendo 4 jóvenes montados en la misma moto, sin casco... Pese al caos, no nos tocó ningún atasco, porque el tráfico es fluido a pesar de estar atestado de vehículos de todo tipo, de tracción mecánica o animal. Vimos cómo una avería en el autobús que nos llevaba, era reparada en el arcén en 3/4 de hora por el propio chófer y por un mecánico que acudió en su ayuda. También el barco del Nilo tuvo que funcionar a medio gas durante los últimos días al fallarle un motor.

Tuvimos contacto durante toda una mañana con los nubios, originarios de Sudán pero muy asentados en el sur y en la zona de Asuán. Cantamos y bailamos con ellos en una falúa, visitamos su poblado y aprendimos en su escuela, tanto los números en nubio y árabe, como el alfabeto en ésta última lengua, ya que en nubio no hay escritura.

Con el guía tuvimos bastantes momentos de relación, pues ponía interés en hablarnos de su país, en algunas visitas que hacía expresamente para eso, o tomando un té en una terraza. Como musulmán no-practicante, manifestaba su respeto a las distintas religiones. Suspiraba por tener un día un gobierno que sea civil, y no religioso ni militar, recordaba la desaparición del turismo con la victoria en las elecciones de 2018 de los hermanos musulmanes (también con la pandemia posterior) y se quejaba de los incumplimientos de las promesas de mejora del actual presidente, con unos salarios entre 400 y 800 euros que no dan para vivir, pues se pagan 90 por la factura de la luz. Dicho presidente, muy presente en carteles callejeros, reunió en El Cairo una cumbre sobre la crisis en Israel, con la presencia de Pedro Sánchez, mientras hacíamos el crucero por el Nilo. Da mucha pena ver la situación en la región y en el país, reflejo de la realidad que padece la mayoría de la humanidad, con ausencia de estado de bienestar y autoritarismo, cuando no conflictos abiertos. Pienso en lo que nos ha costado a mi generación tener un gobierno civil y mantenerlo en mi país, y los pocos años que hace de su establecimiento, y aún soy más pesimista respecto a  que en Egipto lo puedan tener.

Egipto vive del turismo y del canal de Suez, por lo que es muy evidente el cuidado que se tiene con los extranjeros que estamos de visita, tanto por la vigilancia policial en todos los lugares, como por el trato amable y la acogida cordial. La otra cara de esta percepción es el agobio que se siente conforme pasan los días por la presencia constante de vendedores de todo tipo de objetos, muchas veces niños de corta edad que por lo que se ve no acuden al colegio. También se ven a veces actitudes muy prepotentes por parte de los turistas occidentales, que causan bochorno.

La gastronomía, de cuya parte líquida (ensaladas incluidas) nos hemos privado para no tener problemas gástricos, nos ha resultado agradable. Sobre todo los postres, en los que los egipcios, como los musulmanes en general, son unos auténticos maestros. Los plátanos de Egipto, sublimes.

El viaje partió del aeropuerto de Noain y regresó a él, por lo que casi todo el pasaje era de Pamplona o de pueblos como Murieta, Estella, San Adrián, Gallipienzo, Arizkun, Irurtzun, Ekai... Varios eran conocidos y con algunos de ellos estuvimos en el mismo grupo todo el viaje, por lo que no hubo oportunidad de relacionarse con gente de otros países ni en los hoteles ni en el barco. El camarote era muy confortable y disfrutamos de la cubierta en alguna jornada muy tranquila dedicada enteramente a la navegación. Esto contrastaba con días muy intensos que comenzaban con grandes madrugones, a menudo para tratar de evitar aglomeraciones en algunos monumentos.

Globalmente ha sido una experiencia maravillosa, que siempre recordaremos, donde se ha cumplido íntegra y puntualmente (excepto los vuelos de o a Noain) todo el programa , sin incidente alguno.