domingo, 9 de enero de 2022

No importa, aún es joven

Harto de oír esta frase cuando desde el mundo adulto se valora lo que tienen que aguantar las personas jóvenes, escribo para llamar la atención sobre esta situación.

La Gran Dimisión que agita EEUU, de la que recientemente se nos daba cuenta en un reportaje publicado en El País, no llega de forma masiva a nuestro entorno europeo y estatal, pero eso no quita la frustración de muchas personas trabajadoras, sobre todo jóvenes.

Cualquiera que mire a su alrededor, podrá ver las situaciones que tiene que padecer la juventud en el entorno laboral, y que en nuestra sociedad están admitidas como "normales" a esa edad juvenil, porque supuestamente entendemos que "está aprendiendo", o "experimentando", o "adquiriendo experiencia". Y así damos por buenos abusos o explotaciones flagrantes.

¿Quién no conoce a alguna persona joven que es contratada como becaria para trabajar en una empresa? Tengo presente a una que, con ADE internacional y dominio de varios idiomas extranjeros (C2 de inglés) y los dos navarros,  malvivía en una empresa de Iruñerria cobrando 300 € al mes por una jornada completa; hasta que decidió irse a Bélgica porque allí le pagaban un salario digno, ayuda para vivienda y 4 viajes al año en avión hasta Noain. También conozco de cerca otros casos, como el de un joven que una vez graduado, siguió con la beca de prácticas de 250 € que había disfrutado durante su último año de carrera, pero esta vez para cubrir las vacaciones de la plantilla de la empresa, trabajando junio, julio y agosto con solo 6 días de fiesta al mes, muchas veces fijados de un día para otro o sujetos a cambios de última hora.  Cuando cambió esta situación por una beca PIE de 650€ al mes, podría parecer una gran mejora, aunque objetivamente se aprecia la precariedad absoluta. Y conste que en ambos casos hacían un trabajo brillante.

La reforma laboral que se debate ahora, lejos de derogar los retrocesos que supuso para las personas trabajadoras, pretende mantener, por ejemplo, el contrato en prácticas, cambiándole la denominación y la duración. ¿Quién no conoce casos de empresas que lo usan en fraude de ley, para cubrir una sustitución o una excedencia, por ejemplo? Ahora nos dicen que van a elevar la cuantía de las sanciones, pero ¿quién se suele atrever a denunciar? ¿qué recursos y celo investigador tiene la Inspección? 

En el reportaje arriba citado, su autora, Mª Antonia Sánchez-Vallejo, nos presentaba desde Nueva York testimonios concretos de jóvenes incluso bien pagadas, como una periodista de 36 años que ya no podía con el exceso de reuniones por zoom durante la pandemia, "porque llevaba una vida con el piloto automático: jornadas de 10 horas, siempre conectada".  Añadía la corresponsal que la Gran Dimisión "está dinamitando la cultura del trabajo tradicional: el desempeño profesional como prioridad en la vida; la realización personal, proyectada solo en el oficio o la carrera. De ahí que algunos prefieran ampliar el foco y definir lo que sucede como la Gran Remodelación, una reformulación radical de la cultura del trabajo..."

Las organizaciones, sean empresas, pero también la administración, las oenegés, etc, deben reflexionar sobre este fenómeno, que afecta a personas trabajadoras de todas las edades, pero muy especialmente a jóvenes. Tengo algún compañero que ha dejado un puesto de altísimo nivel en una multinacional, buscando en la docencia un nuevo rumbo profesional, aunque gane muchísimo menos, intentando superar la insatisfacción. Y qué decir del caso, que conozco bien, de alguien que trabaja en una organización centrada en luchar contra todo esto, pero que sobrecarga desde el primer día a la persona joven, sin cumplir con el compromiso de incorporación asistida y de asunción progresiva de responsabilidades; y que no hace por retenerla, sino que prescinde de ella, a pesar de que se ha implicado desde el principio hasta el final, con lealtad y dedicación absoluta, y con sentido crítico y franqueza, tanto cuando baraja abiertamente su Gran Dimisión, como cuando la descarta porque ve una vía de permanencia aceptable para las dos partes.

Hay quien dice: "Bueno, como es joven, igual no le interesa trabajar aún, quizá quiere experimentar, moverse..." Yo nunca lo he visto así, ojalá yo hubiera empezado a trabajar en mi colegio nada más acabar la carrera, me hubiera evitado los casi 3 años que estuve parado en aquellos terribles 80, con lo que se sufre en esa situación, por la incertidumbre, las preguntas incómodas del entorno, las propuestas-basura , el aplazamiento de la emancipación personal. Si en aquellos años era difícil, no digamos hoy en día, con la progresión geométrica que han experimentado los precios de la vivienda, tanto en propiedad como en alquiler, que hace que aún con un salario digno, se viva al límite de la pobreza.

Ojalá sirvan estas reflexiones y tantas otras que se publican últimamente, para que el fuerte actúe de otra manera con el débil.