Hasta 2015 no teníamos experiencia de un gobierno de Cambio sustentado por 4 formaciones políticas transversales, que ha llegado aupado por una mayoría social donde los sindicatos han tenido un importante papel. Esa inexperiencia y el no entender el papel que cada agente del cambio tiene en la materialización del mismo, es quizá la que lleva a una respuesta así por parte de dos directores generales a un artículo escrito por varias responsables sindicales, compañeras mías. Y no es la primera vez. Cuando yo he escrito sobre mi sector he procurado resaltar lo positivo que ha hecho el gobierno, aunque no he dejado de explicar con toda claridad lo negativo, causa de nuestra negativa a firmar acuerdos que consideramos insuficientes. Nunca he recibido respuesta pública, pero la dada a mis compañeras me mueve a reaccionar desde este humilde txoko porque compartimos discurso.
Continúo aquí con la reflexión que hacía en la anterior entrada en este blog, de igual título, donde contaba que me impliqué modestamente pero a fondo, desde hace muchos años, en traer dicho cambio desde la vía política, pero que con los salvajes recortes aplicados con la excusa de la crisis acabé aún más implicado en la vía sindical. Desde esta experiencia quisiera aportar mi visión de cómo debería ser una sana y productiva convivencia de un gobierno de Cambio con un sindicalismo de contrapoder.
Cuando todos estábamos juntos en ese contrapoder para traer el cambio, decíamos cosas muy parecidas, si no las mismas. Así es fácil comprobar cómo las formaciones políticas que hoy sustentan al Gobierno de Navarra, proponían en sus programas electorales para distintos comicios de los últimos años, medidas incluso más audaces que las que proponemos desde algunos sindicatos en lo referido a porcentaje del PIB dedicado a gasto en Educación. Es verdad que desde algún sindicato acompañamos esta propuesta de una imprescindible reforma fiscal que nos acercase a la media europea en tributación, para que aquí también paguen impuestos las sociedades, los patrimonios y las herencias, en la misma medida que en la UE, pero eso no quita que en la oposición parecíamos todos más unidos.
Cuando algunas personas han llegado al gobierno, han empezado a tener otro discurso distinto al que tenían en la oposición, o a ralentizar el ritmo de reformas que parecían inminentes, o simplemente a desechar algunas de ellas. Y al ver que desde el ámbito sindical se mantiene el mismo discurso que antes era compartido, la reacción ha sido, en muchas ocasiones, de crítica al sindicato acusándole de poner en riesgo el Cambio. Incluso se ha llegado a romper la interlocución, negándose desde el ámbito político hasta a contestar a las solicitudes de entrevistas para llevar a cabo el necesario diálogo que antes era tan fluido. Una pena, y muy dolorosa.
Personalmete comprendo el papel que a cada uno le toca en el cambio, la dificultad de gestionar una macro-coalición de coaliciones políticas, la enorme presión del Régimen y sus tentáculos mediáticos, políticos, económicos, judiciales... Incluso en medio de las contradicciones forzadas por tanta presión, por mi parte he mantenido (y he visto en mi entorno) siempre una actitud colaboradora, dispuesta permanentemente a ayudar en lo que se pueda con discreción, combinando la crítica pública con el apoyo explícito en lo fundamental. Una postura incómodamente crítica, nada fácil, pero imprescindible.
He echado en falta por parte de gente dedicada a la política, una actitud equiparable. Creo que algunas personas han pretendido la sumisión de sus afines, o al menos su silencio, y si esto no se daba, han reaccionado con agresividad. No me parece inteligente, ni justo. Creo que hubiera sido mejor decir la verdad, reconocer que los objetivos de quienes ahora critican eran los mismos de quienes ahora no los están cumpliendo desde el poder político, y explicar por qué no puede ser cumplido ahora, qué dificultades hay, en qué plazo más largo se espera ir cumpliendo los objetivos, con qué fuerza movilizadora hay que contar para vencer las resistencias. Creo que de ese modo tanto el brazo político como el social del cambio no perderían su papel, se apoyarían mutuamente, no romperían uno con el otro sino que se retroalimentarían para bien.
Antes del cambio no conocía a las personas que han firmado la respuesta a la que me he referido arriba, que incluye algunas descalificaciones e inexactitudes. A una de ellas me la presentó en 2016 un amigo común, ella dijo conocerme ya de asambleas de la coalición, yo no la recordaba, al menos no la había visto en los grupos de trabajo. A la otra persona la conocí ya en el cargo, que supuso un ascenso para él, pues ya estaba en el staff del Departamento desde la época de UPN. No es a ellos a quienes me refiero directamente en esta entrada, sino a los responsables políticos de primera línea, que saben y creo que aprecian mi compromiso desde muy antiguo. Espero que si no ha podido ser en esta legislatura, al menos aprendamos para mejorar, y que en la próxima el respeto al papel de cada cual y la colaboración crítica y fructífera sean la norma.
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