El sexto día es ese que precede al séptimo del que se habla en el Génesis, y en el que según la tradición judeocristiana, el Creador descansó. A ello espero dedicarme en cuanto aquel día llegue, a diferencia de tanta gente que no sabe bajar el pistón y continúa hasta el fin de su existencia con la misma actividad que en los años de eso que llamamos "vida activa".
Mientras ese merecido descanso llega, después de una vida tan intensa de trabajo, combinada con la no menos exigente crianza de los hijos, así como los distintos compromisos que mi vida militante conlleva en variadas causas, hoy quería resaltar con esta reflexión escrita la satisfacción que siento muy amenudo mientras transcurre este sexto día.
Con mucha frecuencia, casi cada día, cuando recorro lugares, me cruzo con conocidos, charlo con compañeros, amigos o cualquier otra persona, siento que yo no soy sólo yo, y parafraseando a Ortega, siento muy en lo profundo, que yo ya soy yo y mi bagaje, de experiencias, vivencias, recuerdos, aprendizajes y escarmientos.
Es una sensación que ya venía notado hace algunos años, pero que ahora aflora en mí continuamente. Casi sobre cualquier tema, mis referencias son de lo que viví, conocí, experimenté o padecí hace 50, 40 ó 35 años, por no decir 20 ó 18. La verdad es que tengo bastante buena memoria para todo lo que tiene que ver con lo que ahora se llama "inteligencia emocional", y retengo datos precisos, estados de ánimo, palabras textuales, circunstancias concretas. Eso hace que ante la vida presente, no sólo tenga las referencias actuales, sino que a la vez me acompañe todo ese bagaje del que he hablado.
Y la satisfacción que acompaña a ese halo de bagaje que noto a cada instante es muy grande. No estoy hablando de engreimiento ni narcisismo, sino de autoconciencia del acumulado que me acompaña. En otras épocas también lo he ido teniendo, pero no era consciente de ello. Ahora sin embargo parece que me veo en un último día antes del que dedicaré a descansar, y entonces sin ser consciente de ello, se me presenta todo lo vivido con nitidez, acompañada de una sensación placentera.
Los ejemplos y anécdotas sobre esto que digo son muchos, pero no voy a detallar ninguno aquí. Simplemente me acompañan en lo cotidiano. Unas veces los saboreo en silencio, otras los comparto con quienes me rodean, que ya no son sólo quienes físicamente están a mi lado, sino también quienes se relacionan conmigo por medios telemáticos cada vez más abundantes, como tú ahora mismo. Quizá ya habías notado esto que cuento aquí, y si no seguro que pronto lo vas a notar.
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