martes, 27 de diciembre de 2022

Feliz por el agradecimiento recibido, reflejo de una vida

 El 11 de septiembre de 2022 fue un día muy feliz para mi madre, a sus 91 años. Y creo que las dos razones principales por la que se sintió tan feliz fueron, por un lado por cómo se revivió la ayuda que su familia prestó a jóvenes aviadores aliados que huían de los nazis, y por otro por el agradecimiento efusivo que recibió por parte del hijo de uno de aquellos aviadores. Todo ello vivido en un día espléndido, en su terruño donde vivió sus primeros 28 años, acompañada de su único hermano vivo todavía, y de otros familiares y amigos, así como de autoridades tanto del lado de Iparralde como de Baztán y del mismo Gobierno de Navarra.

En este breve reportaje realizado por Sabrina Corrieri, R. Poissonnier y F. Betat para la televisión francesa, se refleja en menos de 2 minutos algo ocurrido en 1944, pero que luego ha sido una constante en la vida de mi madre: la ayuda al prójimo. El encuentro ese día con alguien que había recorrido más de 1.000 km desde Londres, para agradecérselo, hizo que mi madre sintiera una alegría inmensa.

La cita estaba fijada casi con un año de antelación, pero mi madre solía repetirme que no iba a asistir, que ya era muy mayor, que el terreno no era fácil, que igual habría niebla y no se vería nada...Yo no desistía de llevarla, pendiente de las previsiones meteorológicas de última hora, que al confirmarse como muy buenas (salvo el fuerte calor), le empujaron a desplazarse hasta allí de nuevo, quizá por última vez en su vida.

Salimos pronto de Pamplona, llegamos con tiempo al alto de Muga-Lepo, y desde allí fuimos con cuidado por el estrecho sendero que conduce a Ihi-Lepo, ya en territorio de Lapurdi, aunque a solo 500 metros de su caserío natal, Jaurikoborda, en territorio baztanés.

El aire era limpio, la vista, espectacular, con el mar Cantábrico enfrente, y toda la costa vasca bajo los montes. Ante su inesperada aparición, los medios fijaron su mirada en ella, convirtiéndose en la estrella del acto. Lejos de amilanarse, disfrutó intensamente del evento, sentada a la sombra de un árbol y contemplando cada intervención, cada interpretación musical, cada testimonio.

En un momento dado, se incorporó espontáneamente para expresar en euskera que su padre, Xan Mihura Alemán (citó el nombre completo) había arriesgado su vida para salvar las de otros. Estaba pletórica, por encontrarse en su entorno originario, rodeada de familiares, en un día radiante, participando en el homenaje a su padre (y a otros mugalaris) en frente de su caserío, cosa que no hubiera soñado jamás que pudiera ocurrir, ni ella ni sus hermanos y padres que salen retratados en el reportaje arriba citado.

En la vida retirada que lleva mi madre, después de más de veinte años de viudedad, repasa con frecuencia su vida, con su memoria privilegiada. Una constante en ella ha sido la ayuda prestada con generosidad, tanto a sus hermanos cuando acudían a la capital a partos, operaciones, tratamientos o gestiones; como a sobrinos que venían a estudiar (dos convivieron muchos años con nosotros en una casa donde ya éramos familia numerosa de las de antes, en 80 metros cuadrados de piso) o que pedían ayuda en la mili; o a cuñadas, vecinas, amigas...y no digamos a quienes hemos sido sus hijos e hijas. Por eso, el encuentro con Tim Covington, que se pegó a ella con un agradecimiento emocionado, le supuso a mi madre el culmen de toda la jornada.


Sus únicas dos penas fueron ese día, por un lado no haber hablado más con Covington, y por otra que su hermano Justo no pudiera llegar hasta el monolito con su silla de ruedas, limitándose a ver el acto desde el lejano aparcamiento.

Sentir el arrope también de las autoridades, le pareció un reconocimiento de lujo para una familia sencilla que había llevado una vida dura en la frontera. Sus gestos reflejaban su emoción.


Concluido el acto, pudo reunirse con su hermano y comer en familia al aire libre, saboreando cada detalle de lo vivido.

Para terminar la jornada, descendimos en coche hasta Urdax, para visitar a su cuñada Felisa y familia.

Los días y semanas siguientes trajeron muchos ecos de lo vivido esa jornada, en la prensa diaria, televisión, así como revistas de Iparralde y Hegoalde. Mucha gente le ha abordado para comentárselo, y ella guarda ese día como una jornada inolvidable donde lo más destacado para ella fue el agradecimiento recibido por la ayuda prestada.

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